Leo mucho, aunque
menos de lo que me gustaría, sobre todo estos últimos meses, que están siendo
una locura. Apenas tengo tiempo de escribir (cruzo dedos para que mis planes de
publicación de finales de año sigan en pie). Pero no siempre he sido una gran
lectora, de hecho no empecé a leer como una loca hasta los quince años. No
puedo decir lo mismo de escribir; escribo e invento historias desde mucho
antes, sin embargo yo era de las que pensaban que la lectura era aburrida.
Mi casa siempre ha estado llena de libros, mi madre es una lectora voraz desde que tengo memoria. Supongo que fue el colegio y sus propuestas de lectura tediosas lo que me empujaron a pensar así o quizá era que no había encontrado el libro idóneo para mí (que es lo que les ocurre a la mayoría que dicen que leer libros no está entre sus aficiones).
Hubo un libro que marcó un antes y un después. Y tras él, han venido otras lecturas que me han marcado, de una forma u otra, que han hecho mella en mí, en mis pensamientos y decisiones.
Puede sonar tópico y puede que no sea el mejor libro del mundo, pero eso lo pienso ahora; a los quince años tenía la convicción de que Stephenie era una diosa de las palabras. Es que fue una completa locura, nunca había sido tan fan de algo; la historia de Bella y Edward me absorbió por completo y no podía esperar a leer el siguiente. Fui al cine a ver todas las películas, me las compré y seguí el rastro de Stephenie; La segunda vida de Bree Tanner, Vida y muerte, The host (aún sigo esperando la segunda parte, me he leído ese pedazo de tocho un par de veces y me gustaría que cumpliese la promesa de sacar el siguiente, pero no. Ahí Meyer nos ha fallado).
Y no solo es que gracias a ella me enganchase a la lectura (muchísimo) sino que descubrí que quería escribir. Empecé mi primera novela de casi quinientas páginas (una historia de vampiros, por supuesto, llamada Malditos, que jamás verá la luz y no creo que le eche un ojo porque no le encontraré ni pies ni cabeza) justo después de terminar Crepúsculo. Y a partir de entonces nunca he dejado de escribir.
Así que le debo mucho a esta saga. Se podría decir que ha cambiado mi vida entera, no la historia en sí, sino mis decisiones; me di cuenta de que había una parte de mí que todavía no había descubierto, de la que aún no era del todo consciente.
Eso es lo que hacen los libros.
Antes ya sabía que me gustaban las historias diferentes y también sabía que me gustaba sufrir con las historias de amor (es una manía rara que tenemos les lectores), y con esta historia ese dato de mi personalidad se forjó.
Prohibido es un libro controvertido, polémico; cuenta la historia de dos hermanos que se enamoran (hermanos de sangre). Pero es que Tabitha lo cuenta con una sensibilidad, con una dulzura, con una inocencia y una belleza que te encogen el corazón hasta estrujártelo. La situación que Maya y Lochan viven, todo por lo que tienen que pasar, las cosas que les ocurren, el dolor, las responsabilidades que les vienen muy grandes... llevan al lector de la mano hacia un sentimiento de comprensión y una necesidad enorme de protegerles.
Creo que leer este libro fue un punto de inflexión. Igual que en Crepúsculo, no fue la historia como tal lo que me hizo ser consciente de algo que había en mí, sino las emociones que me provocaba, las sensaciones, las inquietudes; quería escribir historias diferentes, que tratasen temas que hacen reflexionar, que visibilizase el amor en todas sus formas y facetas, que encogiesen el pecho.
Y eso es lo que sigo intentando a día de hoy.
Esta mujer escribe de una forma que me enamora. Y cuenta las historias de manera que es imposible que no adores a todos sus personajes, pero lo que más me gusta es que sus protagonistas son poco convencionales y su forma de llevar la trama es diferente y exquisita.
¡Pero solo tiene dos novelas! (Te daría el mundo y El cielo está en cualquier lugar) Jandy, ¿por qué no escribes más? Cuando saque el siguiente libro (cosa que no tengo segura) seré la primera en lanzarse a comprarlo, le daré todo mi dinero si quiere.
Los dos protagonistas de esta historia son dos hermanos gemelos (una chica y un chico), se turnan para narrar (como en Prohibido, qué casualidad, acabo de ser consciente de eso).
Ella Jude, una chica de 16 años, ve al fantasma de su abuela, cree en todos los amuletos y conjuros que le enseñó en vida (me flipa) y él, Noah, de casi 14 años, es un dibujante, que hace retratos mentales, le encanta el arte y descubre que le gustan los chicos (en concreto uno). La premisa ya de por sí es muy atrayente, pero la forma en que Jandy lleva la historia... me encanta.
Lleva la trama de forma ingeniosa, mete ganchos diferentes, y me enseñó una nueva forma de narrar. Gracias a este libro aprendí a estructurar mis novelas de forma más original. Y por supuesto, debo muchísimo al personaje de Noah, porque, con el tiempo, él fue el que impulsó el germen de la idea de Asher (el protagonista de Retrato de una piel desnuda). Su forma particular de sentir el arte, su personalidad introvertida, su forma diferente de ver la vida... Fue uno de esos personajes que me calaron hasta transformarse dentro de mí. No me cansaré de releerlo.
¿Os podéis creer que vi antes la película? Nunca suelo hacerlo, pero me pudo la curiosidad. Vi la película (que me encantó) y luego leí el libro.
No tiene una trama espectacular ni sus personajes son de los mejores que he leído, pero... no sé, esta historia ligó con mis emociones como ninguna otra. Se entremezcló con mis pensamientos, con mis ideas, con mi inspiración.
André Aciman tiene una forma brutal de describir el deseo. La manera en que Elio narra cómo desea a Oliver cala en la piel. Es una manera carnal, visceral diría yo, muy humana, muy sensual. Y esa forma de narrar me fascinó. Y me la quedé para mí. Yo quería poder trasmitir algo parecido en mis libros, quería algo tan inocente pero tan apasionado al mismo tiempo.
Además, el ambiente que describe, el sol, el olor de la campiña Italiana, los bañadores, el verano, las bicicletas... Creo que adoro más Italia gracias a esas descripciones del ambiente.
Me leí este libro por segunda vez al mismo tiempo que escribía Proyecto Alice. Quería esa inspiración para la novela; el deseo intenso prohibido, Italia, el verano, los olores... Y, bueno, me fue bastante bien. El libro está en las manos que yo quería, la primera vez que me comunicaron que querían mi libro en una gran editorial (me muero por contaros más) y cuando comenzaron a cumplirse mis sueños..
Es un libro intenso en todos los sentidos, retrata con una crudeza dolorosa la realidad en las casas de Leningrado en 1941, en el estallido de la guerra. Este libro te destroza y te recompone. Pero sobre todo te destroza. Paullina tiene una forma de narrar que te adentra en la historia como si la vivieses en tu propia piel (por lo cual, no lo pasas muy bien) pero vale muchísimo la pena.
La historia de Tatiana y Alexander es de esas que se cuecen despacito, conforme les vas conociendo, y que se te queda en la cabeza para siempre. En los primeros capítulos no te avisa de la intensidad, de la potencia de lo que sienten; los capítulos en los que están juntos son pura maravilla.
Tras terminar de leer este libro (que me dejó una resaca literaria de las buenas) tuve una idea para una novela. En realidad, para una bilogía. Ya he escrito la primera parte, que espero que vea la luz el año que viene. No tiene nada que ver en realidad (bueno, un poco sí), pero la emoción, ese poso que me dejó en el pecho, fue el impulsor para lanzarme a las teclas.